En noviembre del año 2009 llevaba un estilo de vida que me hacía sentir muy bien y cómodo.
Entre las cosas que hacía destaco tener una empresa propia y estar cursando quinto año de la carrera ingeniería civil en computación en La Pontificia Universidad Católica de Chile. Llevaba una vida bastante feliz hasta que llegué de urgencia al hospital por un fuerte dolor de cabeza que estaba acompañado de muchas nauseas. Luego de realizarme exámenes un médico me dijo: “joven su cefalea bifrontal y progresiva se debe a la presencia de un hemangioblastoma cerebeloso hemisférico derecho”. Obviamente no entendí lo que tenía, pero sonaba muy lindo. “Muchas gracias doctor”, respondí. “No sea zopenco, tiene un tumor en la cabeza y se va a morir”.
El tumor era muy grande, medía 5 centímetros en su diámetro mayor y me tuve que someter a una operación para intentar sacarlo, cuyo diagnóstico era tener apenas un 4% de probabilidades de quedar con vida. Si estaba en mi día de suerte y quedaba dentro de ese 4% privilegiado, lo iba a hacer sin poder ver, hablar, escuchar, sin sentir sabores ni olores y sin poder volver a caminar. O sea iba a quedar casi como una planta, me iban a faltar las ramitas nada más para parecer un vegetal.
Luego de esa cirugía pasé 45 días en riesgo vital y más de 20 en estado de coma, lo más importante es que no morí.
Luego de unos meses quedé con algunas secuelas, por ejemplo escucho como un zumbido en uno de mis oídos, pero por lo menos puedo escuchar. Lo mismo con mi voz, que no me gusta para nada, o con mi visión, después de ser operado veía 6 imágenes, ahora estoy impecable, veo doble nada más. Por eso en mis charlas siempre veo a mucha gente lo que es muy motivante para mí. También tengo que usar una silla de ruedas.
Por amor propio me voy a detener acá, pero la lista de fallas es tremenda.
Como es de esperar, estuve encerrado en mi habitación cerca de dos años, lo que me estaba haciendo mucho daño, hasta que decidí aceptar mi nueva condición y junto a ella salir adelante, en definitiva volver a ponerme de pie.
Comencé a hacer muchas cosas, entre ellas dedicarme al deporte.
Por ejemplo a principios del año 2016 fui capaz de terminar la triatlón San Juan de La Costa, la triatlón más dura de Chile.
Otro de mis logros que hace que se me hinche el pecho cada vez que lo recuerdo, es haber terminado en el primer lugar en los 42K en mi categoría en la Maratón de Santiago del año 2017, y tercero el año 2018.
Yo participo de eventos a bordo de una bicicleta de manos, poder mover una por 42 kilómetros es una muestra clara de que si trabajamos con perseverancia y disciplina por un objetivo, los resultados pueden llegar a sorprendernos.
Hoy puedo decir con mucha propiedad que estoy orgulloso de mi nueva vida. Dista mucho de mis planes originales, pero no creo que los cambios sean malos hasta que uno deja que nos afecten negativamente.
Los invito a tomar las riendas de sus vidas y sin importar nuestra condición o lo que nos toque vivir, enfrentar cada día con una enorme sonrisa. Y por mucho que cueste y aunque sea de forma metafórica, volver a ponerse de pie.